Un libro al día. La escritura en blog, una entrevista colaborativa y el debate en linea como generadores de contenido y práctica pedagógicos

El pasado 3 de diciembre, como generalmente acostumbramos a organizar en The Littera Project una vez al semestre, realizamos en el marco de la clase de lengua española «Taller de escritores – Spanish Writing Workshop» ofrecida por Hobart and William Smith Colleges (Geneva, NY) un Google Hangout en directo con la participación activa del entrevistado, Santi Pérez Isasi (profesor en la Universidad de Lisboa y bloguero), el moderador (yo mismo) y todos los estudiantes de la clase. Obviamente, como una clase de 45 personas es difícil de integrar en la videoentrevista, cuatro estudiantes voluntarias (Jerlin Garo, Amanda Hollick, Gloria García y Jordyn Dezago) intervenían directamente en el video, y el resto asistía, desde sus computadoras (deslocalizadamente), siguiendo la charla y utilizando la opción de «Q&A» (preguntas y respuestas) de Google Hangouts para ir dejando comentarios e impresiones sobre lo que se decía, además de ir añadiendo nuevas preguntas, que yo como moderador, y a imitación mía las estudiantes voluntarias, repasaban cada cierto tiempo y las compartían con Santi. Es cierto que un grupo numeroso comentando y preguntando en dicha sección hace al moderador poco avieso un tanto difícil seguir y seleccionar las preguntas, pero resulta un ejercicio necesario para todos aprender a captar y sintetizar inquietudes recurrentes que pueden transformarse en una sola pregunta, o elegirse aquella que mejor representa tales inquietudes.

Sección de preguntas que los participantes dejaban en tiempo real.

Sección de preguntas que los participantes dejaban en tiempo real.

El tema tratado era la escritura en blogs, ya que Santi, además de ser un bloguero de ficción muy activo, creando ficción continuamente a través de su blog creativo Como un libro abierto, forma parte de un proyecto que lleva años en la red, Un libro al día, donde una decena de lectores colaboradores deja breves reseñas al lector interesado, exactamente una al día, cada día del año. Los estudiantes tuvieron oportunidad de leer en los días anteriores las reseñas y algunos de los relatos más recientes de Santi y los colaboradores. La charla, como otras, se realizó en un ambiente muy familiar y de cierta intimidad que se produce, en mi opinión, ante la posibilidad de estar cada uno en su lugar escogido para charlar, acompañado del ordenador portátil en tu habitación, oficina, u otro espacio.

La actividad me parece, una vez más, no solo interesante porque un grupo de estudiantes tiene acceso a una persona con algo interesante que decir pero que no puede desplazarse físicamente hasta donde están ellos, sino también porque el video se emite en directo, y los habituales seguidores del blog pueden acceder a ella también, o cualquier otra persona que sepa del evento. Además, la charla los mantiene activos toda la sesión, siguiendo la conversación y generando nuevas preguntas y comentarios, y finalmente queda grabada y dispuesta como material didáctico original en internet (Youtube), de forma exclusiva, porque la participación y discusión de estos estudiantes con el invitado es única e irrepetible. Como material audiovisual generado, todos los estudiantes, tal como aprovechamos en The Littera nuestras actividades, tienen la tarea de ver, comentar y discutir en los siguientes días ideas vertidas en la conversación a través del blog de la clase, añadiendo a la comprensión oral una reflexión mínimamente selectiva y crítica de lo que se dijo, lo que les permite ramificar y ampliar el campo de discusión a perspectivas en las que cada estudiante se interesa más, como en este caso fue debatir más a fondo algunos aspectos sobre la creatividad e innovación, la función de la tecnología actualmente y su efectividad educativa, el libro frente al papel. Se genera aún más material original útil por parte de los estudiantes al mismo tiempo que ellos aprenden y cumplen su objetivo académico de escritura y pensamiento.

Extracto de la discusión en el blog reflexionando sobre el uso y efectividad de la tecnología (internet especialmente) en las vidas diarias y educativas de los estudiantes.

Extracto de la discusión en el blog reflexionando sobre el uso y efectividad de la tecnología (internet especialmente) en las vidas diarias y educativas de los estudiantes.

En definitiva, es un tipo de actividad que no solo les ofrece la habilidad tecnológica y cultural de relacionarse con personas especialistas en otras áreas geográficas y en otro idioma que están aprendiendo, sino que también integra perfectamente la comunicación audiovisual en vivo en un contexto real (escuchando, enviando preguntas, etc.), la reflexión y repaso de algunos momentos que no quedaron claros a través de video, y el debate colectivo abierto sobre algunas de las cuestiones tratadas. Logran además el contacto directo con el invitado, que a menudo les ofrece una red social o correo de contacto directo, y añaden una fuente nueva y en actividad constante (en este caso un blog de libros) a su bagaje académico para su uso personal y educativo en el presente o en el futuro. ¿Qué más podemos pedir? Quizás un buen café que nadie tenía en su mesa por la emoción de participar atentamente preguntando a Santi.

Una de las reflexiones críticas acerca de la entrevista en el blog de la clase.

Una de las reflexiones críticas acerca de la entrevista en el blog de la clase.

El mapa del tiempo, del cielo, y del caos

Al cerrar el libro me pregunto en qué mundo vivo. Emocionado por la fuerza de la ficción que a menudo creamos al relatar acontecimientos del pasado, nunca hubiera imaginado que sería posible concitar en el palacio de mi imaginación tantos amigos y conocidos, redivivos, entramados en una red de aventuras, paralelas a veces, convergentes otras, llenas de emoción, inteligencia, estilo, y sentimiento humano. Con el excelente estilo de aquellas novelas seriadas, científicas, policíacas, aventureras, que aún se publicaban en Europa cuando yo aún escribía los casos de Holmes, y tras tantos años sin ver regresar a tantos compañeros de fatigas al final de un siglo prodigioso, ni siquiera como fantasmas en mi habitación ya casi vacía, sin rescatarlos en la memoria, recibo con gozo y regocijo la lectura de estos tres volúmenes que toda la sociedad londinense da en llamar hoy, con poco fingida pasión, la trilogía victoriana, publicada bajo seudónimo inicialmente en las Españas por un supuesto escritor gaditano muy poco conocido hasta entonces en nuestra querida Albión.

Reunir sabiamente la historia no contada ni hasta ahora desvelada de Jack el Destripador en las calles prostituidas del East End londinense, al hilo de una historia de amor que quiere atravesar el tiempo y el espacio, en aquellas semanas en las que Gilliam Murray organizó aquellos viajes al siglo XXI tras la estela exitosa de La máquina del tiempo del amigo H. G. Wells para descubrir la lucha entre humanos y robots, con el capitán Shakelton al mando –desmayo de señoritas urbanistas con sombrilla–, no es tarea fácil, ni tampoco narrar con sencillez, riqueza y pericia el hilo en el que una aparente ficción, un amor imposible, puede llegar a realizarse efectivamente si la literatura hace de mediadora. Volver a narrar y vivir La guerra de los mundos cuando ésta llega a suceder en alguno de esos mundos, y rescatar con una nueva luz la crónica que Edgar Allan Poe y luego Julio Verne recogieron sobre Arthur Gordon Pym, para iluminar el origen extraterrestre de la invasión que acaecería mucho tiempo después, no solamente muestra un experto conocimiento del palacio decimonónico del misterio y la aventura, con su viaje antártico e iniciático por medio, sino que además se prepara perfectamente el sutil y fino hilo conductor que nos traerá, más tarde, en el último volumen, a mí mismo, como si fuera mi querido y odiado Holmes, y acompañado del amigo Wells y su valiente esposa Jane, en uno de los casos más alucinantes en los que me he visto envuelto, buscando en ese mundo inmaterial de espíritus y fantasmas que nos rodean, de espejismos, de sutiles paralelos, y de errores humanos, la vía invisible que es capaz de unir el amor más allá del tiempo y el espacio, de conectar todos nuestros yoes (y de paso intentar salvar el Universo). Una respuesta que solo Lewis Carroll, matemático y escritor, el gran amigo de Alicia, pudo haber ayudado a desentrañar. Hay un mapa para todo, y la trilogía victoriana lo es de la imaginación humana protagonizada por aquellos grandes descubridores decimonónicos que llenaron el mundo de inventos, misterios, casos y aventuras más allá de los límites conocidos por el hombre de su tiempo, un hombre con la mirada en el cielo que, sin quererlo ni tampoco dudarlo, se arrojaba al caos que vendría en el siglo XX.

Se comprenderá por qué, después de cerrar el libro, aún maravillado, me siga preguntando en qué mundo vivo. ¿Y usted, de qué novela procede y de qué personaje se hizo amigo o se enamoró?

A. C. Doyle

Nota manuscrita encontrada junto a uno de sus últimos relatos publicados, y hasta hace poco olvidados, sobre Holmes.

Universos transmedia y convergencias narrativas

El fenómeno transmedia está adquiriendo mayor importancia, en especial desde que en los últimos años las series televisivas, de gran aceptación de crítica y público, han buscado la complicidad de la audiencia para seguir manteniéndola atenta al mundo narrativo en el que, semana tras semana, la trama y sus personajes la hacen sumergirse. Hacer un seguimiento del pasado y el carácter de los protagonistas, su contextualización dentro de la historia en la que actúan, proseguir las aventuras alternativas al margen de las expuestas en la serie, la lectura de libros o comics que salen al calor del mundo narrativo, etc. comienza a ser una técnica habitual para la narración a grandes audiencias, que grandes productoras, capaces de dominar diferentes medios de comunicación, se encargan de gestionar y aprovechar comercialmente. En el caso español se puede destacar la serie Águila Roja, que ganó varios premios europeos por su proyecto multiplataforma, que pronto ha derivado en contenidos nuevos y participativos para otros formatos, y es un modelo que han seguido las demás superproducciones televisivas nacionales.

Sin embargo, y siguiendo la conceptualización popular de transmedia realizada por Henry Jenkins hace tiempo en Convergence Culture: Where Old and New Media Collide, llevar a cabo un proyecto transmedia no es sencillo, y a menudo no es barato, ya que debe crearse un mundo narrativo que supere su difusión por un único medio de difusión. Al mismo tiempo, lo que se cuenta en un medio, no debe narrarse en otro, porque cada parte de la historia, cada extensión o ramificación debe pertenecer al medio más adecuado. No se trata de repetir un mismo episodio en la tele, en el comic y en la novela. Sin embargo, la historia debe tener coherencia en todas sus ramificaciones, y por tanto, debe haber un acuerdo común sobre los hechos y la cronología básica. Si sumamos al fenómeno la actividad fandom, con todos los seguidores aportando enciclopedias, relatos y juegos de propia creación, al margen de una productora comercial (o auspiciados por ella, como en el caso de Pottermore), el universo transmedia se vuelve una narración de autoría múltiple, altamente participativa, compleja, polimórfica, y orgánica.

En el monográfico que para la revista especializada Caracteres coordiné junto con Daniel Escandell en 2014, pueden leerse las diferentes aproximaciones al género transmedia y sus implicaciones en numerosos aspectos, desde la definición de un concepto aún en evolución, hasta sus fronteras en la creación y la difusión de contenidos. Hay ejemplos de la literatura, el comic, el cine, el videojuego, las crónicas de viaje, la política, las redes sociales, o la alfabetización.

Si bien la narración transmedia empieza a tener visos de una moda en crecimiento, que incluso pasará pronto a una asumida costumbre especialmente entre los medios audiovisuales, hay que recordar que su manifestación no es únicamente contemporánea, ni procede siempre del mundo cinematográfico o televisivo. De hecho, el universo de The Walking Dead nació en un comic impreso, ha alcanzado popularidad con la serie de TV (con la que se puede interactuar mediante las redes sociales), y ha devenido en relatos, juegos, wikis y aplicaciones para tabletas, de aficionados o producidas por AMC.

Sin duda es un campo de estudio de gran impacto para el estudio actual de la ficción, y debería serlo también para la relectura de la ficción anterior, matizando técnicas y elementos, ya que los universos narrativos han tenido trasvases y desarrollos ficcionales en el mundo de la fotografía, la pintura, la arquitectura, la escultura, la danza, etc. Grandes mitos como el de Orfeo y su historia con Eurídice, han sido difundidos a lo largo de los siglos mediante diferentes medios artísticos, recuperando alguno de los episodios de su historia o sugiriendo nuevas ramificaciones o proyecciones.

En la actual situación de las humanidades, ante un ecosistema de medios que supera al impreso como única via de transmisión del conocimiento, creo con N. Katherine Hayles, tal como sugiere en How We Think: Digital Media and Contemporary Technogenesis, que debemos ampliar nuestras perspectivas de análisis textual, mejorando y promoviendo los estudios comparativos de medios:

«As a concept, Comparative Media Studies has long inhabited the humanities, including comparisons of manuscript and print cultures, oral versus literate cultures, papyri versos vellum, immobile type versus moveable type, letterpress versus offset printing, etc. These fields have tended to exists at the margin of literary culture, of interest to specialists (but significant exceptions) rarely sweeping the humanities a a whole» (7)

Y no solo, como propone Hayles después, para evitar crear un abismo de práctica entre las humanidades tradicionales con las llamadas humanidades digitales. En el asunto que nos ocupa, esta aproximación implica aceptar los textos ficcionales como participantes con derecho propio de un universo narrativo común que se difunde, eso sí, por medios diversos, a través de soportes diversos, y por tanto mediante el uso de retóricas diversas; pero sin perder de vista la conexión común del universo narrativo. Eso significa sumar, trabajar participativamente, conectar disciplinas y técnicas de análisis narrativas, hallar nuevas conexiones y saber marcar las diferencias; trabajar transmediáticamente, también, dado que el conjunto de objetos, así lo requiere.

Si no, explíquenme cómo vamos a reunir y comprender la narración, expresada con la retórica de la imagen, el dibujo, la música, el cuerpo, y la letra impresa, que encontramos en un abanico, un ex libris, un azulejo, una canción, una danza y un libro que muestran, sobre sus muy diferentes soportes, una escena de don Quijote.

Para quien quiera comenzar a hacerse una idea inicial de lo que implica el fenómeno transmedia, recomiendo el libro reciente de Carlos Scolari, Narrativas transmedia. Cuando todos los medios cuentan. Buen provecho.

Los que duermen

Anochece cuando cierro el libro. Terminado. O eso pensaba yo. «Los que duermen». El título ya invita desde el principio a soñar, aunque a esas horas lo que yo tenía era sueño de un día agotador. Juan Gómez Bárcena, su autor, un nombre de ecos lejanos como el de los exploradores de antaño, rondándome ahora la cabeza, casi un desconocido. ¿Nada? Pero, entonces, reflexioné, ¿cómo me había llegado su libro, cómo lo había adquirido, y cuándo? Creo que la lectura me ha dejado algo confuso, de hecho miro unos segundos (¿minutos, horas?) por el ventanuco para asegurarme de que el mundo sigue ahí fuera, sin moverse, y salvo el suave mecerse que siento y que me incita de nuevo a dormir, y a soñar, nada ha cambiado en las últimas horas. O el paisaje se mueve imperceptiblemente, inexorablemente. Desde luego, he pasado una temporada extenuante que ya se extiende a varios años, un periplo vital que a veces me hace pensar en las lejanas aventuras de Odiseo, aunque yo no me siento más astuto que el héroe griego, aunque sí un superviviente nato digno de una mitología propia, por qué no, como el propio Ulises, ante los desafíos ineludibles del destino. Llevo ya casi una vida intentando huir de esos designios, he cambiado numerosas veces de personalidad y nombre, hasta creí dar esquinazo a mi fatum en varias ocasiones, pero siempre alguien da con mi talón de Aquiles, mi punto débil, y ahí se acaba todo y empieza todo de nuevo. Qué decir, si a veces pienso confuso entre lo que he vivido y lo que he sentido y lo que he imaginado, pero recuerdo ahora repentinamente, como en un fogonazo preciso del tiempo, el campo de concentración, y aquel día en que lo visitaron los observadores internacionales de la Cruz Roja, quizás aquel fue el mejor y peor día que viví allí, el único donde tuvimos un respiro ante la muerte y los designios del tiempo, el único día que nos hizo sopesar también, en el cautiverio, la profundidad de nuestra deshumanización, y la indignidad, la libertad perdida de nuestro cuerpo y nuestras almas, si algo quedaba de ellas. Pero sobreviví, a retazos salí de allí cuando todo acabó, crucé la ciénaga de los fantasmas de la muerte pasada y futura, cambié de nombre y aspecto, trabajé como herrero primero y mercader después, prosperé, conocí después a una mujer hermosa e inteligente, una verdadera princesa, que se enamoró tanto de mí como yo de ella, nos entregamos mutuamente los corazones (y sus cuerpos hilvanados), pero la edad nos distanciaba tanto que yo imaginé morir antes de tiempo, como ella de dolor por mi ausencia, y ahora, al final de este viaje que hago, mientras miro por el ojo de buey de un buque sin nombre que transporta toneladas de un metal preciosísimo y parece perdido en el vasto mar, espero hallar al otro lado, en el puerto, a mí mismo renacido cuarenta años antes y a ella esperándome con la cara de niña viajera que tenía al conocerla. Y la reconoceré a pesar del tiempo. En fin, reflexiono ahora, mientras veo que el mar se encabrita y nuestra nave pesada parece querer quebrase entre las olas, que ya no sé si el tiempo es relativo, o la vida un simulacro, un cumulo de falsas identidades y equivocaciones en nuestras relaciones humanas y anhelos, donde encallamos con ansia de naufragar en la Historia, y recuerdo cómo a veces pienso que querría ser una momia embalsamada encarcelada en un museo, o un simple hombre criogenizado que pudiera despertar en el futuro a sabiendas de no entender nada del propio pasado ni de de mi propia raza. He leído a Homero, a Cabeza de Vaca, a Kafka, a Lovecraft, a Primo Levi, a Borges y a Phillip K. Dick, a Asimov, pero ni en ellos ni en los otros 2374 libros que he leído hasta la fecha, hay un libro de instrucciones para la vida. O la muerte, O la memoria, sobre todo la memoria. No sé lo que es ser feliz, ni lo que significa ser hombre. O máquina humana pensante que espera a su creador en un desierto de hombres y almas ya tiempo desvanecidas. Ya no. «Los que duermen», un título para un sueño, la pesadilla humana. Un vendaval repentino revuelve las páginas y las negras letras parecen querer volar, pero solo se mezclan y confunden nerviosas mientras el volumen revolotea inclemente y da un salto ingrávido. Al vacío. Y se precipita hacia el mar océano. Caution, system error. La nave se agita espléndidamente, bateada su máquina inteligente por las olas marinas, y con sopor me someto a las procelosas aguas del destino, presente, pasado o futuro, porque ni siquiera sé qué significa ahora, entonces, mañana.

Portada del libro de relatos "Los que duermen" de Juan Gómez Bárcena. Un ejemplar debe habitar ahora en las profundidades del mar océano, hasta que lo descubran, quizás en el futuro, los robots marinos que lo habitarán.

Portada del libro de relatos «Los que duermen» de Juan Gómez Bárcena. Un ejemplar debe habitar ahora en las profundidades del mar océano, hasta que lo descubran, quizás en el futuro, los robots marinos que lo habitarán.

Nanoliteratura: editando la literatura impresa en otra dimensión

La aparición del hipertexto cómo práctica de lectura ligada al medio digital está cambiando en las últimas décadas nuestra manera de acercarnos y leer la información y también la forma en que construimos los relatos, ficticios o no. Si entendemos el texto impreso como un conjunto de nexos verbales que articulan un discurso de unidades menores cuya combinación completa muestra toda la información posible y extendida sobre un relato, entonces el hipertexto nos permite crear una serie de plegados en él gracias a la dimensión retórica de asociación que posee el enlace hipertextual. Mientras que la idea de unidades retóricas asociativas en el texto se consolidó con el concepto de lexía (Roland Barthes), y la de su aplicación a la articulación concreta del hipertexto con el concepto retórico de enlace (George Landow), la descripción y existencia de un texto plegado, según la idea de Rodríguez de las Heras para definir la actividad hipertextual, no ha sido aplicada más que a los nuevos textos creados en el ámbito digital, especialmente informativos. ¿Es posible plegar un texto literario procedente de una cultura impresa? ¿Hasta dónde llegan sus pliegues?¿Y cómo hacerlo sin perder su narratividad? Dado que la unidad de plegado ya no sería el párrafo de la página impresa, sino un haz de lexias de variada dimensión, esto supone atomizar y desintegrar el texto en secciones mínimas que hasta ahora nunca hemos juzgado pertinentes. ¿Tiene sentido y futuro esta nanoliteratura en el conjunto de prácticas lectoras actuales? Si repensamos algunas técnicas básicas de dispositio en la retórica clásica, encontramos algunas vías lógicas de plegado del texto impreso que permitirían una práctica de lectura hipertextual sin perder el texto original, adaptándolo a la nueva dimensión de prácticas lectoras no lineales en la era del hipertexto.

¿Te interesa esta cuestión? Puedes leer el artículo completo en Academia.edu.

Dejo además aquí la presentación realizada en el congreso de la Asociación Beta de Valencia, que tuvo lugar hace casi dos años, y ayuda a ilustrar gráficamente los aspectos más relevantes del artículo, recién publicado en 2014.

También quiero permitir la descarga de la versión nanoliteraria en estado beta del relato Rayo de luna de Gustavo Adolfo Bécquer, al que se somete al proceso discutido en la presentación y el artículo. ¿Qué opinas como lector, es plausible editar y leer nanoliterariamente?

Descargar el Rayo de luna para iBooks (iPad/Mac)